El antropomorfismo consiste en la atribución de características humanas, emociones o voluntad humana a entidades no humanas. El origen del término deriva del verbo de ‘antropomorfizar’, mismo que nace del griego ánthrōpos (humano) y morphē (forma). Se define desde el 1753, originalmente haciendo referencia a la herejía de aplicarle una forma humana al Dios cristiano.
La costumbre de ‘humanizar’ a un agente que pueda ser o no racional por si mismo es tan común que se puede evidenciar desde las primeras representaciones de la humanidad en toda su historia. Desde figurillas prehistóricas hasta la época de oro de la literatura infantil. Múltiples fabulas y cuentos infantiles protagonizadas por animales con características humanas y representando facetas de la personalidad humana y carácter, pero desde un punto más primigenio, la costumbre de antropomorfizar es evidente sobre todo en la religión.
Sin adentrarnos aun en el contexto ‘animal’ del término, antropomorfizar es también la identificación de patrones de comportamiento ‘humano’ en agentes que se ven predispuestos a nuestra interpretación. Al no poder reconocerse a sí mismo a través de un sujeto, nos vemos en la necesidad de personificarlo, de otorgarle una mirada humana, producto de la empatía. Es considerada una tendencia innata en la psicología humana. El hombre, siendo un ser social, se siente tan ensimismado en sus propias aspiraciones y universos imaginarios que da el primer paso en el proceso de autoidentificación al proyectar una mirada externa en un agente que aparentemente no presenta un mismo entendimiento. Los humanos estamos emocionalmente, intelectualmente y fisiológicamente sesgados hacia la actividad social, entonces al vernos frente a incluso muy pequeños indicios sociales, profundamente estamos provocados por responder socialmente en modo automático. Es entonces que, el antropomorfismo es un proceso cognitivo en el que la gente utiliza su conocimiento sobre otros humanos como la base necesaria para inferir las propiedades de entidades no humanas con el fin de tener un mejor juicio o razonamiento, incluso si esas inferencias no son acertadas en todos los casos. Este proceso se puede apreciar en su totalidad en el caso de las religiones, porque en cualquier deidad es necesario atribuirle un carácter simbólico para poder interactuar con lo humano.
Existen 3 determinantes psicológicos que explican la tendencia; la accesibilidad y aplicación de un conocimiento antropológico (elicited agent knowledge), la motivación por explicar y entender el comportamiento de otros agentes (effectance motivation) y el deseo por contacto social y afiliación (social motivation).
En la actualidad el adjetivo de lo antropomorfo es comúnmente usado para denominar a aquellas criaturas o animales humanizados en caricaturas y cultura popular, mejor conocidos como furris. Una subcultura emergente que se caracteriza por crear ‘fursonas’ y meterse en botargas en un intento por personificarlas es el máximo ejemplo de ello. Es entonces cuando se presentan cuestiones más objetivas, ¿Qué es lo animal y como se diferencia de lo humano? ¿Qué es lo humano y que es aquello que rebasa lo convencional? ¿Lo sobrehumano?
Bibliografía
Guthrie, Stewart E. (1995). Faces in the Clouds: A New Theory of Religion. Oxford University Press. p. 7.
Epley, N., Waytz, A., & Cacioppo, J. T. (2007). On seeing human: A three-factor theory of anthropomorphism. Psychological Review, 114(4), 864–886.