Habitar la selva pequeña (vuelta al jardín)

La ausencia del jardinero no ha sido un obstáculo para las frescas apariciones.

El jardín ha visto nuevamente brotar unos habitantes tan persistentes e inquietos como los colores de los pétalos.

La verde arquitectura es paisaje de ojos agudos que sueñan con seres invisibles que los vigilan desde tallos y rocío.

La edad los paralizó en un estado de encierro y juventud infinita, con aire de condena, porque nunca conocerán la infancia ni la madurez.

Me hacen pensar en los primeros pobladores del mundo, en sus objetos perdidos, en sus imprecisas mascotas, en casas de madera mojada y esculturas de telaraña y piedra.

En ellos habitan otros más pequeños, insidiosos cuerpos diminutos que les inventan historias y mundos que nunca verán, pero desearán habitar y poseer, fieles a su naturaleza de inocente perversidad.

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