Gentrificación se refiere a un proceso de elitización o aburguesamiento de los vecindarios y barrios urbanos. La palabra proviene del inglés «gentry», término que hace referencia a la alta burguesía (la clase supuestamente «gentil»), la que actualmente se conoce como la clase media alta.1Pérez Ballesteros, Adrián (2017), “Procesos de gentrificación, arte y conservación”, en Archivo Churubusco, año 1, número 2. Desde que la gentrificación transformó los barrios «peligrosos» de Nueva York —South Houston (SoHo), Chelsea, Times Square, Greenwich Village— se ha apostado al arte como motor de transformación urbana.
«Debería empezar contando cómo ocurrió», comentó el artista-arquitecto Gordon Matta-Clark. «Es decir, contar cómo me sentía vagando durante meses por Nueva York, buscando un espacio para una obra con la misma escala de las que he hecho en otros sitios, aunque nunca en esta ciudad», unas intervenciones inocentes que ayudaron a dotar de nuevos usos a espacios industriales abandonados y a que los barrios del lugar comenzaran a tener una nueva vida.
Lo que Matta-Clark —un artista comprometido y con una fuerte implicación social— no se imaginaba, es que tras él vendrían los grupos de inversión, la regeneración urbanística y un largo proceso de cambio económico que transformó el lower east side en una de las zonas más caras del planeta.
Abraham Rivera, «Gentrificación o el arte de destruir la vida en los barrios«
El auge del street art o la mercantilización del vandalismo.
[En pro de la gentrificación], el grafiti, expresión plástica hasta hace poco clandestina y vandálica, ha travestido en arte urbano y ha tomado las calles de las principales ciudades del mundo de la mano de promotores privados, gobiernos, referentes y críticos de arte. […] Si durante sus primeras décadas de vida entre los grafiteros prevalecía el valor de la autonomía, el espacio público como soporte y una performatividad vinculada a la osadía de la acción ilegal —muchos de ellos simplemente buscaban marcar territorio (tagging) en un juego cerrado que ya no interpelaba al peatón, sino que requería de cierto conocimiento del código utilizado— en la actualidad mucho de esto se ha subvertido. En oposición al espíritu de sus comienzos, en los últimos años, los festivales de arte público han fagocitado la otrora práctica clandestina para ponerla al servicio del poder económico y político que se sirve de él para posicionar barrios o sectores de distintas ciudades como disponibles y apetecibles para el mercado inmobiliario.
Mercedes González Bracco, «Arte urbano, entre la mercantilización y la resistencia«
¿vandalismo o activismo anti-gentrificación?
Se configuró como una fiesta del arte urbano… El proyecto involucró a más de 100 artistas […] que intervinieron más de 100 cierres de comercios. En total, 200 intervenciones de las que 48 horas después solo sobreviven algo más de la mitad. Los comerciantes han montado en cólera… Los promotores del evento están «apenados». ¿La razón?: las acciones del domingo han amanecido cubiertas con tags —firmas a spray— o/y repintadas con bombings —piezas rápidas a dos colores—, obra de artistas noctámbulos «no autorizados».
David Sarabia, «RePinta Malasaña: ¿vandalismo o activismo anti-gentrificación?«