La siguiente es una nueva propuesta para entender el universo, el tiempo cíclico que lo compone y el papel de los seres que lo habitan. Es válido señalar la influencia y analogía del Yggdrasil, el árbol contenedor de mundos que imaginaron los nórdicos.
La idea está compuesta de dos elementos: el árbol (el universo que se expande) y la hormiga (nosotras, habitantes eternos).
La vida del árbol consiste en una expansión continua hacia abajo, en las raíces, y simultáneamente hacia arriba, en el lugar de las ramas de su copa. El universo también consiste en un movimiento continuo hacia la expansión, donde la materia da lugar a más materia, y por tanto a otros tiempos y espacios.
La hormiga nos representa; en esta fórmula, ella es el ser que habita el lugar en expansión. Se mueve eternamente por sus vastos espacios gracias a la reproducción (su vida es ínfima ante el recorrido imponente de los astros, pero sus hijas son tan numerosas como aquellos, y de algún modo la primera persiste a través de ellas).
Entonces, la nueva propuesta de modelo del universo consiste en entenderlo como si fuera un árbol en eterno crecimiento (o hasta que los límites digan lo contrario). El árbol (el universo) amplía su cuerpo a través del tiempo; la velocidad de su crecimiento es relativa, ya que es válido decir que se mueve a la de los pasos de una tortuga y a la de la explosión de una supernova.
Ahora, en algún punto de ese tiempo, quizás uno temprano, aparece una hormiga en la superficie de su corteza. Ella se mueve, en su propia parodia vivencial, a través del cuerpo del árbol. Cuando llega el inevitable destino de la muerte, la hormiga es reemplazada por otra, que sin saberlo cumple el mismo destino de seguir recorriendo el árbol, que no deja de crecer, hacia todas las direcciones posibles. Suele ocurrir que cuando está cerca de llegar a la última hoja de lo más alto, o al último centímetro de la raíz más baja, sin saberlo, por algun azar o la desidia más increíble, se regresa por donde vino, de nuevo hacia el centro o al extremo opuesto de cada límite. En otro tiempo después, alguna hija de hormiga llega a los espacios que ocupaban esa hoja y esa última raíz, pero esa hoja y esa raíz ya están más lejos, y quizá la hormiga solo podrá soñar con eso. En el tronco el fenómeno es más abominable, porque el diámetro representa un horizonte que se prolonga sin fin, con aires de planeta redondo, y otra hija de hormiga se consume en la idea de la linealidad eterna contra la del ciclo finito y urobórico. Y mientras el universo-árbol descifra un destino de expansión infinita contra otro de certera madurez y límite en algún sitio del futuro, la historia de nosotras las hormigas es la historia pequeño pedazo de carne que cae de la mordida de una serpiente gigante hacia su lomo infinito, y es también la historia de ese pedazo de carne cayendo en las fauces escamosas hacia un inconcebible estómago infinito (o al menos hasta que consuma todo lo posible por consumir).